EL VIENTO
Si hay un elemento con cuya intervención debemos adoptar una mentalidad de lucha y sacar a relucir ese espíritu combativo del que venimos hablando en cada artículo y que tenemos que ir acuñando para conducir una moto en casi todas las circunstancias, ese agente meteorológico es El Viento.
Si vemos desde la ventana agitar las ramas de los árboles con virulencia, si al emerger al exterior tras ascender la rampa del garaje, sentimos el azote del viento contra la moto y lo oímos bufar sobre el casco y contra la pantalla, no podemos amilanarnos, dejarnos amedrentar y lamentarnos interiormente pronunciando frases como “¡Oh, Dios mío, este viento es tan fuerte que me va a tirar!”, no podemos dejar que nos acongoje, que nos arrugue: Debemos sobreponernos, superar ese temor y sacar a relucir un espíritu aguerrido. Si no es así, si tenemos dudas sobre nuestra capacidad de sobreponernos, lo mejor será que nos quedemos tras la ventana, que no bajemos siquiera al garaje y que, para la próxima salida, tengamos muy en cuenta El Viento cuando consultemos las previsiones meteorológicas. Y si no tenemos más remedio que desplazarnos porque, por ejemplo, cuando hemos llegado a ese lugar por la mañana la atmósfera estaba en calma y ahora, de forma inesperada, se ha revuelto, más vale que optemos por otro medio para trasladarnos distinto de la moto.
Es mayor la fuerza que ejerce el miedo sobre nosotros que la que lanza el viento contra nuestra moto para tirarnos. Y si no nos queda más remedio que regresar en moto desde el lugar al que fuimos durante la mañana, antes de que se torciese el día, más vale que llevemos a cabo un acto de intensa mentalización, de profunda autoconvicción, y que echemos mano de todos los redaños de que dispongamos –que seguro que son más de los que imaginamos estando fuera de esta circunstancia de emergencia-.
El Viento es, a su vez, el elemento adverso más fatigoso que nos podemos encontrar. Lo es tanto mental como físicamente, y a la larga resulta más agotador, incluso, que la propia lluvia. El viento nos exige mantener tanta atención como cuando viajas lloviendo, pero además tienes que ir aplicando permanentemente una fuerza extra con los brazos para ejercer un control sobre los manillares y con las piernas sobre el chasis; y por si fuera poco, nos lleva a sufrir una terrible tensión añadida cada vez que una ráfaga nos sacude y nos hace sentir el vacío bajo nosotros.
Pero no olvidemos que la moto es un deporte…, ¿quién ha dicho que es fácil?
Viento racheado:
El viento parece tener personalidad propia y adoptar una actitud malintencionada con el motorista porque rara, rarísima vez le empuja de cola. Su forma habitual de sacudirnos es lateral o frontalmente oblicua. Y, evidentemente, cuando es racheado resulta el más perjudicial para la conducción; entendiendo por racheado el que viene más o menos en la misma dirección, pero con unos cambios de intensidad que nos lanzan esas traidoras sacudidas que encierran el verdadero peligro del viento para la moto.
¿Cómo luchar contra él?
Antes de adoptar cualquier medida, debemos insistir en la mentalidad con la que debemos subirnos a la moto para enfrentarnos al viento. La definiría tan sólo con un adjetivo: Luchadora. Debemos prepararnos para pelearnos sin fatiga contra el viento, y una vez subidos a la moto no bajar en ningún momento la guardia ni decaer en esa mentalidad de lucha.
Además de esa mentalidad, contamos con otros cuatro recursos:
1º.- Como primera medida debemos aumentar la tracción de nuestra moto aunque mantengamos la velocidad o incluso la disminuyamos. Tendremos por tanto que bajar una o dos marchas. Diría que lo apropiado con un fuerte viento lateral es circular por autovía en cuarta, tanto si tenemos cambio de cinco como de seis relaciones. Se trata de un simple esquema de par de fuerzas donde, obviamente, la resultante debe ser siempre la trayectoria de la carretera; si no…, mejor no hablar de ello.
2º.- Para contrarrestar la fuerza del viento, contamos con un recurso, cuya aplicación se entenderá por su simpleza. El contramanillar. Si el viento sopla por nuestra derecha, llevaremos el manillar ligeramente girado hacia la izquierda para "acostar" la moto sobre el viento y evitar así que la vuelque hacia la izquierda.
3º.- Como tercer recurso: la colocación de nuestro cuerpo, que debe suponer una ayuda para lograr que esa resultante se mantenga sobre la carretera. Echaremos los hombros y cabeza hacia el lado del que viene el viento, pero sin descolgarnos, manteniendo el trasero centrado en el asiento; al mismo tiempo, nos agacharemos buscando el abrigo del carenado o de los relojes de la moto, si carece de este elemento aerodinámico.
4º.- Habrá algunos momentos de rachas fuertes en los que experimentaremos una preocupante sensación de vació a nuestros pies, como si el viento nos fuese a arrebatar la moto levantándola desde el suelo. No debemos asustarnos porque ese sería el primer paso para entregarse al enemigo, pero sí debemos poner toda nuestra atención en ese momento porque es cuando el viento nos está azotando con mayor furia. Haremos fuerza con el pie contrario del lado del que procede el viento, pisaremos la estribera y apretaremos la rodilla contra el depósito de la misma forma que lo hacemos al tomar una curva en mojado. Si el viento entra por la derecha, pisaremos con fuerza la estribera izquierda y meteremos la rodilla del mismo lado contra el depósito.
Como medida añadida, apuntaría la prevención. Hay algunas ráfagas de viento que se ven venir; por ejemplo, cuando nos disponemos a dejar atrás un corte del terreno o un grupo de casas que nos han servido de abrigo en el lado que nos lanza el viento. Debemos, así mismo, anticiparnos explorando el panorama que tenemos delante, y allí donde veamos que los árboles se agitan con más fuerza o que una corriente de polvo cruza el asfalto, prepararnos para afrontarlo muy atentos al control del manillar y echando el cuerpo hacia el lado de donde nos va a sacudir el viento.
Vientos de derechas y vientos de izquierdas:
Cuando circulemos por autovía o carretera de doble sentido y el viento nos castigue desde la derecha, uno de los momentos más dedicados que nos encontraremos llegará a la hora de adelantar a un camión –en el caso de un coche también se nota, aunque en una minúscula medida-. Cuando nos vayamos acercando a uno de estos gigantes de la carretera, sentiremos cómo el viento comienza a disminuir su fuerza al mismo tiempo que oscila a un lado y a otro. Esa oscilación aumenta, y alcanza su punto máximo cuando nos encontramos a unos quince metros del camión. En esos momentos la oscilación tomará una cadencia y una violencia inusitadas: el casco, nuestros hombros y la moto entera se sentirán como un títere a merced de las turbulencias. Es como si nos estuvieran abofeteando con saña. Tres metros más adelante, las bofetadas desaparecen y el viento con toda su fuerza también, produciendo un extraño efecto de absorción: como si la trasera del camión pretendiera tragarnos. En realidad, lo que ocurre es que venimos durante kilómetros luchando contra la fuerza eólica y de repente desaparece por completo. Vamos rebasando el camión sin rastro del viento, pero atención al llegar a la cabina. Debemos prepararnos para encarar una nueva sacudida, que aparecerá de una forma especialmente virulenta en cuanto rebasemos la ventanilla del conductor. En esos momentos debemos atacar al viento, no esperar simplemente su aparición agarrándonos al manillar pasivamente, pensando en aguantarlo. Tenemos que anticiparnos, tirarnos a por él justo en el momento en el va a aparecer por delante de la cabina del camión.
Cuando el viento nos entra por la izquierda y circulamos por autovía, no presenta ningún problema específico, salvo que nuestra marcha sea tan lenta que nos llegue a adelantar un camión o una voluminosa furgoneta, en cuyo caso debemos estar atentos a los segundos durante los que su carrocería nos mantendrá al resguardando del viento porque producirá en nosotros ese falso efecto de absorción. Circulando, en cambio, por una carretera de doble sentido, el cruce con los camiones puede llegar a ser en ocasiones espectacular. Cuando divisemos uno de estos monstruos acercándose hacia nosotros, primero, tendremos en cuenta otra vez el falso efecto de absorción que nos puede desviar hacia la izquierda, que es, en este caso, el carril del sentido contrario. Un instante después sentiremos toda la fuerza del viento sacudiéndonos con un golpe seco y contundente, que sonará con estrépito dentro de nuestro casco. Es como si el camión trajera el viento, arrastrándolo tras de sí, y nos lo lanzara a la cara justo un instante después de cruzarnos con él.
Por último, aseguraremos con mayor celo del habitual el equipaje –ya tuve en el pasado algún disgusto con una bolsa sobre-depósito, e incluso se me abrió un cofre que, simplemente, no había cerrado con llave, aunque sí con el pestillo-.
Tomás Pérez