Mensajepor Mr.Tiungg » 22 Abr 2008 13:27
Nunca debí haberme echado novia. Y sobre todo, nunca debí haberla invitado a dar una vuelta en mi moto. El primer día que vino a darse un paseo le advertí de cómo debía comportarse un buen paquete.
- Agárrete fuerte a mí. Sigue los movimientos que yo haga o quédate como un palo, pero no hagas ningún gesto brusco cuando tumbe, ni te asustes.
Lleva los pies bien fijos en los estribos y no te eches encima cuando
frene. Si algo te va mal, me das un toque en la espalda y paro. Lleva
la pantalla bajada y no te tragarás mosquitones. Pero no me hizo caso. En la primera salida no se agarró a mi cintura, sino a los hierros del portamaletas. A la primera arrancada noté un alivio en la suspensión trasera al que no di importancia. Unos kilómetros más adelante noté que la Pili no me acompañaba. Di la vuelta y me la encontré en un charco de sangre. Tardó dos semanas de hospital en recuperarse el traumatismo, pero tengo que reconocer que la tía era valiente.
A la semana de darle el alta volvimos a intentarlo. Esta vez se agarró con
fuerza a los michelines. Rodamos alegremente durante horas y cuando al
regresar vi su cara me espanté. Estaba pálida, con la mirada perdida en el infinito, su pelo -antes rubio- ahora era blanco como la tiza y, presa de
una extraña locura, sólo era capaz de murmurar frases inconexas como "El camión, no, no.! ¡La curva se cierra! ¡Vamos a morir!", y barbaridades por el estilo. Pero, el que peor librado salió aquel día fui yo. Me había clavado las uñas en las mollejas, traspasando la chupa con tal fuerza que me brotaba la sangre y precisé asistencia médica.
Unos días más tarde probamos a repetir la experiencia. Ella había tomado una caja entera de Tranquimazim y su rostro reflejaba una tranquilidad celestial.
Arranqué delicadamente y en veinte kilómetros todo iba como la seda pero en una curva cerrada, tal vez me confié excesivamente. Tuve que clavar frenos para evitar el accidente. Sólo entonces la vi. La vi pasar por encima mío, describiendo una trayectoria parabólica perfecta hasta incrustarse con un poderoso estruendo en el guardarrail.
¡Qué fabulosamente bien hacen los cascos hoy en día! Perforó el metal como un misil.
¡Y que tíos abnegados los bomberos! ¡Cómo forcejearon para sacarla de allí!
Los tres meses en el hospital pasaron volando. Yo creo que cuando le
propuse el siguiente paseo, ella ya no las tenía todas consigo, pero así y
todo, aceptó. Cuando se subió a la motocicleta me pareció sentir que estaba temblando y como que murmuraba una oración. ¡Qué teatreras son las mujeres!
En las rectas de la general todo fue bien, pero al subir el primer puerto y llegar a la chicane junto al precipicio se asustó. La muy boba, dio una especie de brinco que me desestabilizó y a duras penas conseguí no caer.
Ella no se mantuvo tan bien y salió despedida por el lateral. Nunca he visto a nadie dar tantas volteretas. Rodó haciendo la croqueta por la escarpada pendiente hasta que se escuchó un CROCK y se detuvo en la sima.
La verdad es que los del helicóptero de rescate fueron unos enrrollados
sacándola de allí abajo. Aguanté un año con ella en el hospital, sin ponerle los cuernos ni nada y todavía cuando salió, la muy asquerosa me decía que no le apetecía mucho lo de la moto. Logré convencerla para una excursión por la costa.
El viaje fue perfecto hasta que comencé a notar un olorcillo como a quemado.
Me detuve en la cuneta para revisar la moto pensando que sería un fallo del sistema eléctrico o que habíamos recalentado el freno, pero nada.
Revisé la moto concienzudamente, pero allí no se veía ninguna avería.
Entonces mire a la Pili y me di cuenta del problema. ¡Si sería estúpida la
tía que, de puro miedo, en vez de poner los pies en los estribos, se había
enganchado una pierna en el escape! La piel quemada se había quedado
pegada al tubo y ella, del pánico, ni advertía el dolor. ¡Lo que me costó desincrustar toda aquella carne churruscada!
Es increíble las maravillas que hacen hoy en día con la ortopedia.
Cuando le miraba las piernas a mi chica, no sabría decir cúal me
gustaba más, si la de plástico o la otra. Sin apenas resistencia por su
parte,accedió a una nueva salida en moto.
Sólo habíamos hecho unos kilómetros y cuatro curvas, cuando sin ningún
motivo aparente, va y me vomita. Mi cazadora perdida y la moto hecha un asco. Ya no pude aguantarlo más, se lo dije a la cara:
- ¡Mira guapa! Ya te vale. Si no te sabes comportar en moto, te buscas otro idiota que te aguante, que a mi ya me has hartado.
La muy cursi se echó a llorar. ¡Mujeres! ¿Quién las entiende?
