Sabes lo que pasa, es que los sitios chulos quedan un poco lejos. Hay que ir como mínimo a Berga, son 100 km desde Barcelona por una autovía llena de radares. Se tarda más que una hora. Ida + vuelta + desayuno = se te han ido más de tres horas, y aún no has hecho ni una curva.
Creo que lo más pronto que se podría volver sería sobre las 5-6. Pero no sé ni si eso es realista – ayer quise volver a esa hora y al final llegué a las 8 pasadas. El sábado llegamos a las 11 de la noche. La semana anterior con Grizzu nos despistamos, se nos echó el tiempo encima, y llegamos a las 2 de la madrugada.
Eso sí: Vale la pena. Las carreteras, las vistas, la soledad, el olor a bosque, la comida que sabe a comida de verdad. El tomate que sabe a tomate, no el aguajoso ese que compras en el súper y que no sabe a nada. El olor a pino al atardecer, tan fuerte que dan ganas de parar y quedarse un rato. El aire de alta montaña, fresco incluso al mediodía. El cielo infinitamente azul…
Es de lo mejorcito que este país puede ofrecer. Yo volveré siempre que pueda, aunque sea solo.