Hace poco estuve en la concentra de Val do Ulla, cerca de Santiago de Compostela.
Tuvimos mucha suerte ya que nos hizo un microclima excelente, una especie de claro de sol rodeado de fuertes tormentas en todas direcciones.
Al regresar nada más salir empieza a chispear ¿Nos ponemos los trajes? No, que son muy incómodos me dijo mi colegui, esperamos a que empiece a caer. Así seguimos hasta Benavente, él tiraba para Valladolid y yo para Palencia, acababa de anochecer e instantes antes había caido una tormenta terrible, total que entre el suelo encharcado y la noche no se veía un cristo.
Circulábamos por una autovía de 3 carriles, él sigue por el medio y yo me pongo en paralelo en el carril de la derecha para coger mi desvío, ya os digo que no se veía nada, Nos despedimos haciendo unos cortes de encendido y saludándonos con la vista, a unos 120 km/h cuando de repente yo noto como si hubiera atropellado a un mastín o algo así, la moto me frena bruscamente y una fuerza considerable me separa las rodillas hacia atrás ¿Qué coño...? pienso cuando fijándome mucho mucho veo una mancha oscura en la carretera y la atravieso sin poder evitarla repitiendo lo mismo.
Eran dos profundas balsas de agua que la tormenta había dejado y la negra noche me impidió ver. La moto se comportó de miedo y salvo los bruscos parones no hizo ni amago de aguaplanin ni nada de nada. Y eso que se sumergió casi hasta los ejes.